No es que me haya vuelto cínica, es que me están obligando

Bueno, os cuento. Ayer cometí el mayor error que puede cometer una persona medianamente cuerda en este país: me puse a ver las noticias. Sí, sí, yo también pensaba que había superado esa adicción tóxica allá por la época del COVID, cuando lo único que daban en la tele eran mapas de calor, curvas, expertos opinando como si fueran meteorólogos de pandemias y ruedas de prensa donde no se aclaraban ni ellos. Pero nada, una que es débil, masoquista y viendo el panorama últimamente, he vuelto al redil... como oveja descarriada.

Y fíjate tú qué casualidad... Una de las primeras noticias que me encuentro es que, agárrate, la gente está dejando de ver las noticias. ¡Qué fuerte, no me lo esperaba para nada! ¡Estoy en shock! ¿Cómo se explica este fenómeno tan misterioso y sobrenatural?

Pues resulta que la peña no quiere ver las noticias porque, les afecta al estado de ánimo. ¡No me digas! ¡Qué sorpresa! Como si escuchar cada día que el mundo se va al garete, que el país está más dividido que una pizza familiar y que la economía va peor que la carrera de un triunfito olvidado no fuera suficiente para joderte la digestión. Yo misma las dejé de ver porque cada vez que salía un político hablando, mi úlcera se abría como si fuera un portal interdimensional a Mordor.

Y la otra razón, ¡redoble de tambor! Es que la gente dice que en las noticias se habla demasiado de política. ¿De política? ¡Qué va! Aquí hace siglos que no se habla de política. Aquí lo único que se comenta es quién ha trincado mas, de cuánto ha sido el trincamiento, y si el trinque fue con comisiones, sobres, maletines, bolsas de basura o con billetes doblados en la servilleta del bar de lucecitas.

¡Y eso no es todo, queridos! Otro dato jugoso que lanzaron fue que la mayoría de la gente no se cree ni las noticias, ni a los políticos. ¡¡NOOO!! ¡¡No me lo esperaba!! ¡Con lo honestos y transparentes que son todos! De verdad, qué decepción tan inesperada. Es como descubrir que chanquete a muerto… ¡otra vez!

Total, que por la tarde, como buena ciudadana que sigue con fe en el entretenimiento nacional, en un increíble momentito de asueto inesperado, me enchufo la tele. Digo: "Venga, vamos a ver qué joyita me ofrece la programación hoy". Primer canal: el "superprograma" de La 1 que ha durado menos que una relación de Tinder. Literalmente, la promo fue más larga que el programa. ¿Quién en su sano juicio quiere ver eso? Ni el pobre presentador, estoy segura.

Sigo zapeando. En La 2 pillo una tertulia donde justifican que los pobres políticos trincan porque las malvadas empresas les obligan. Pobrecitos mios. Que los mafiosos de corbata les pusieron una pistola metafórica en la sien y les dijeron: "¡Cógete este millón, o te lo meto en una cuenta en Suiza!" Vamos, unos mártires del sistema.

En la tres, una entrevista a Juan y Medio. Sí, ese eterno ser andaluz que tiene más programas que días tiene la semana. En La Cuatro, anuncios. En La Cinco, un drama que parecía “El diario de Patricia” sin Patricia, sin diario y sin guion. Y en La Sexta… ¡sorpresa! Una primicia, hablaban de la sede del PP, el dinero negro, los sobres, lo de siempre, vamos. Lo mismo que hace diez años, pero con una musiquita nueva y gráficos más modernos. Qué notición, madre mía.

Apagué la tele con la misma pasión con la que la encendí: ninguna.

Entonces yo me pregunto, queridos señores que programan estas maravillas audiovisuales: ¿de verdad no entienden por qué la gente ya no ve la tele? ¿De verdad les sorprende que las audiencias estén bajando más rápido que una cripto en un mal día? ¿Que la peña prefiera tragarse vídeos de gatos haciendo yoga en YouTube antes que ver otra tertulia de cuñados opinando como si hubieran desayunado en Harvard?

Miren, les voy a contar un secreto. Aquí hay dos tipos de personas: los que se creen todo lo que dice "el suyo", ya sabéis, esa gente que piensa que el político de su bando es un ángel con alas de unicornio, aunque le pillen robando el chusco de pan a los pobres. Y luego estamos el resto: la mayoría silenciosa, escéptica, los que no nos tragamos ninguna zanahoria colgando. Gente con la cabeza para algo más que llevar pelo.

Y no, no nos convence ni el que grita más fuerte ni el que insulta con más gracia. Nos da asco el circo completo. Porque sí, queridos políticos de todos los colores del parchís, estamos HASTA LOS HUEVOS del “y tú más”. Que si el otro robó más, que si yo robé menos, que si ellos empezaron, que si yo solo era el becario del chanchullo. ¡Venga ya! Esto parece una pelea de patio de colegio con corbatas y sueldos públicos.

De verdad, ¿os pensáis que por decir que el otro es una basura, tú mágicamente vas a oler a rosas? Pues no. Lo que pasa es que ahora el vertedero está tan lleno que ya ni los ambientadores esos de unicornio místico con aroma a 'bosque encantado' pueden tapar el tufo. Y mira que le han echado colonia, incienso, y hasta sahumerios de los que ponen en el botafumeiro de Santiago, pero nada... sigue oliendo a lo mismo: a mierda con traje.

Y para colmo, los periodistas palmeros, esos que en lugar de informar, hacen más masaje que una de sus llamémosles “masajistas” preferidas. Qué nivel. Y luego los zombis de Twitter y tertulias varias,  que los defienden como si les pagaran a doblón el argumento… y algún atontado fijo que ni cobran, que siempre hay un pardillo que lo hará por lealtad ideológica. Anda ya.

Mire usted, que una ya tiene sus años, 50 en cero coma, pensaba que a estas alturas estaría viviendo tranquila, con una vida más o menos acomodada. ¡Ay! Pobre ilusa. Ahora estoy peor que nunca, currando como siempre, pero con muchísimo menos poder adquisitivo, más ansiedad, mucha más inseguridad y sin saber si este mes me va a subir más la luz, el pan o la presión arterial. Ni de mi padre me fío ya. Y no porque me haya hecho nada, sino porque el mundo se ha vuelto tan loco que hasta la familia empieza a parecerte sospechosa.

En fin, seguid igual, que yo ya estoy viviendo el Día de la Marmota versión ibérica: cada día la misma mierda, los mismos debates estériles, los mismos caretos diciendo barbaridades sin sonrojarse ni un poquito y los mismos programas que no vería ni un cactus con tiempo libre.

Así que nada, ¡larga vida al absurdo! Y a ver si un día aparece alguien con dos dedos de frente, un par de huevos, y la idea revolucionaria de: "Oye, ¿y si gobernamos con sentido común para todos?". Mientras tanto, yo me voy seguir lobotomizando viendo vídeos de perritos aprendiendo a abrir puertas. Al menos ellos son honestos.

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