Conversando con GPT

Cada día alucinando un poquito más, ¿no te pasa a ti también? O soy yo, o este país se ha convertido oficialmente en una tragicomedia de proporciones bíblicas. En fin, que yo, como bien sabéis, ya andaba con mi hartazgo bien fermentado y ese asquito generoso que me da todo lo relacionado con la clase política española, un asco que ya me viene con denominación de origen, ojo, cuando, en un momento de inspiración desesperada, se me ocurre hacer lo impensable: preguntarle al ChatGPT. Sí, sí, al robot. Al algoritmo. Al ente de silicio con más sentido común que todo el Congreso de los Diputados junto.

Así que le suelto, como quien no quiere la cosa:

“¿Podrías hacerme una lista completa con todos los problemas y cosas que no están funcionando bien en España?”

Y el bicho, con una educación exquisita (como si no acabara de soltarle una bomba existencial), me responde:

“Claro, puedo ayudarte con eso.”

¡Ay, ingenua de mí! Pensé que me iba a tirar dos o tres cositas: paro juvenil, corrupción y algún que otro chiste sobre la burocracia. Pero NO. Lo que vino después fue una tesis doctoral digna de premio Nobel de Desesperación. Tres folios. TRES. Desglosados en 13 áreas temáticas, cada una con más subpuntos que una guía de IKEA.

Te cuento las áreas, para que llores conmigo:
Economía, vivienda, política y gobernanza, educación, sanidad, juventud, medio ambiente, transporte e infraestructuras, desigualdad y cohesión social, demografía, seguridad y justicia, cultura y medios, tecnología y digitalización, relaciones internacionales.
Vamos, que aquí no se salva ni el Tato. Ni un solo rincón de esta piel de toro ha salido ileso. El país parece una lavadora averiada que hace ruido, pierde agua, no centrifuga y además huele raro.

En ese punto, ya con el sudor frío cayéndome por la espalda, le digo al robot, con una mezcla de ansiedad y masoquismo:

“Pues parece que hay muchos problemas... ¿qué acciones se deberían tomar inmediatamente para arreglar esto y que todo empiece a ir mejor?”

Y aquí viene el giro dramático: me responde con un plan. Un plan real. Con lógica. Con prioridades. Con sentido común. Vamos, lo nunca visto. Once puntos. Once. Todos explicaditos, con sus subpuntos, ejemplos y hasta tono institucional. Y por si fuera poco, como hay tanto tatachín, me hace un resumen ejecutivo para vagos, que dice algo así como:

“Si tuviera que priorizar solo unas pocas acciones inmediatas, serían:

1.    Inversión masiva en empleo juvenil y vivienda social.

2.    Refuerzo urgente de la sanidad pública y salud mental.

3.    Reforma del sistema electoral.

4.    Reforma educativa y de FP.

5.    Pactos de Estado para despolitizar la justicia.”

¿Perdona? ¿Esto es una IA o un milagro político andante? Yo ya estaba sacando la bandera, los confetis y buscando dónde votar al GPT en las próximas elecciones. ¡Presidente, presidente!

Pero claro, me dije: “Esto es muy bonito… ¿pero nosotros, los españolitos de a pie, qué? ¿Solo vamos a quedarnos viendo la serie de Netflix de la decadencia nacional?” Así que le pregunto:

“¿Cómo crees que podríamos hacer los ciudadanos para que esto empiece a cambiar y funcione de forma lógica y adecuada para todos?”

Y, atención, la IA me suelta una frase digna de gurú del cambio de vida en TikTok:

“Gran pregunta. Que te la plantees ya es parte del cambio.”

¿QUE QUÉ? Pero vamos a ver, ¿soy yo la única persona en todo el país que se lo está planteando? ¿Dónde está todo el mundo? ¿Dormidos? ¿En una rave emocional permanente? ¿Viendo “Sálvame” en bucle?

Pero ahí no paró. El algoritmo iluminado continuó con un discurso digno de un domingo electoral:

“En democracia, el poder de transformación no está solo en las instituciones: la ciudadanía organizada y consciente es clave. Aunque pueda parecer difícil mover sistemas tan grandes, la historia muestra que cuando la gente se organiza con claridad y constancia, las cosas cambian.”

Y yo gritando en mi salón:
¡CLARIDAD Y CONSTANCIA, CLARIDAD Y CONSTANCIA, CLARO QUE SÍ, GUAPI!

Y como si no fuera suficiente, me suelta una lista más larga que la espera en la sanidad pública: que si formar colectivos, que si presionar a políticos, que si crear redes vecinales, que si consumir responsablemente, que si leer más y odiar menos (difícil, lo admito).

Y lo remata con esta frase épica, de camiseta de influencer cívico-iluminado:

“No cambiará nada… hasta que un día, porque alguien se organizó mejor, cambió todo.
Y ese alguien podrías ser tú.”

Ole, ole y ole. Solo le faltó decir “te quiero” y pedirme matrimonio.

Así que nada, visto lo visto… ¿no preferís que nos gobierne GPT?
Es coherente, tiene memoria (que ya es más que muchos diputados), no cobra dietas, no tiene chófer, no grita en el Congreso, no hace declaraciones contradictorias a los cinco minutos y, lo mejor: ¡no tiene cuñados colocados en altos cargos!

Vamos, que si mañana sacan papeletas de “GPT PRESIDENTE”, yo me planto en la urna con una tortilla bajo el brazo y grito:

“¡Con el chip y por España!”

Porque entre lo que hay ahora y un robot que no duerme, no roba, no miente (al menos no tanto como los humanos) y encima te da soluciones en PowerPoint con tabla de prioridades, pues mira… ¡que le pongan ya el bastón de mando y lo suban al Falcon!
Total, si volamos hacia el caos, por lo menos que sea en modo avión.

GPT, si me estás leyendo:
Cuenta conmigo para ministra de sarcasmo y memes.
¡A tu servicio, Excelencia Algorítmica!

Que Dios nos pille con buena conexión WiFi.


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