No es una distopía, es un martes en España
¡Pero por favor! ¿Alguien me lo puede explicar? ¿Me lo traduce al lenguaje de los elfos? ¿O mejor aún, que me lo cante Omar Montes en autotune mientras hace un TikTok con filtros de billetes? Porque sinceramente, yo ya no entiendo NADA. Absolutamente nada.
Y mira que he tocado temas, ¿eh? Vamos, tengo ya el bingo completo del absurdo moderno. Empezamos por esa fantasía de normalizar la okupación, que ahora resulta que si tienes casa y la cierras con llave, eres un opresor colonialista capitalista y, por tanto, mereces que te la "gestionen unos muchachos". Porque pagar un alquiler está tan pasado de moda como grabar música en casete. Ahora lo guay es invadir espacios ajenos y luego llorar en Instagram porque el dueño quiere... espera que lo diga bajito para que no me denuncien... ¡vivir en SU casa!
Y luego está lo del dinero en efectivo. Ese gran enemigo público número uno. Porque, claro, el problema de este país no es que la gasolina esté a precio de oro líquido ni que un filete cueste más que un máster privado. No. El auténtico enemigo es que tú tengas 50 euros en una caja de galletas en casa. ¡Vade retro, evasor de centimillos! ¿Cómo te atreves a no dejarte rastrear como si fueras un localizador con patas?
¿Y qué me dices de emanciparse? Ja, ja y ja. Eso ya es cosa de ciencia ficción. Emanciparse ahora es un lujo reservado para los elegidos: hijos únicos de narcos, herederos de tres abuelas, o influencers que venden agua de sus baños. El resto, a vivir con tus padres hasta los 50... si te quieren, claro, porque como empieces a opinar en la cena, igual te echan ellos por antisistema.
Y espérate, que si no estás sincronizado con la última actualización de la agenda woke (que se actualiza más que la iOS), ya no eres un ser humano, eres un fósil con patas. Porque ahora hay que hablar, pensar, y hasta respirar según lo que dicte el comité central de los ofendidos perpetuos. El nuevo feminismo, más selectivo que un portero de discoteca en Ibiza. Si no tienes el discurso de género bien memorizado y con subtítulos en inclusivo, no entras en el club. Y la justicia, madre mía, la justicia… Que tiene la puntería de un francotirador borracho, porque cuando se trata de aplicar la ley a ciertos personajes, de pronto aparece ese mágico "defecto de forma". Pero solo para algunos, eh. Para ti, que pusiste mal una coma en un papel de Hacienda, te cae la ley como si hubieras invadido un país.
Y los datos, ¡ay, los datos! Que si esto fuera un certamen de belleza de la mentira, España se llevaba el Miss Universo con corona, capa y lloriqueo de agradecimiento. Aquí se maquillan los números con más arte que una Drag, y luego te lo cuentan como si viviéramos en Suiza pero con flamenco y paella.
¿Y las normativas europeas? Un espectáculo. Un día es blanco, otro es negro, y pasado mañana es “blanquinegro en contexto fluido y deconstruido”. ¿Cómo no te vas a volver loca?
Pero no, la serie no termina. Esto es La Tragicomedia Nacional. El otro día veo un vídeo: un chaval en el metro avisa de que hay carteristas (ya sabes, lo normal, lo que hace alguien decente que no quiere que te roben la cartera y los sueños) y de repente, aparece una iluminada con el título de Hogwarts en “Defensa de Delincuentes Oscuros”, que empieza a gritarle al chaval por “acosar” a las ladronas. ¡Claro! Ahora el que avisa es el fascista, y el que te mete la mano en el bolso, el nuevo héroe del proletariado.
Y hablando de justicia gourmet: ¿Sabías que hace cinco años, un marroquí violó a 103 niños aquí, sí, aquí, en España? Pero tranquilos, que por una extraña alineación de astros judiciales, no le pusieron prisión provisional. ¿Y qué hizo el caballero? Pues se fugó, ¡sorpresa! Y ahora lo han encontrado (gracias al trabajo de la policía, chapó por ellos) lo han traído de vuelta, y estamos todos cruzando los dedos para que no aparezca un nuevo “defectillo de forma” y lo tengamos paseando por el parque frente a un cole como si nada. ¿Tú te puedes creer?
Y ahora viene la joya de la corona: si te quieres drogar, hazlo en el coche que ahora puedes. Pero eso si, hazlo parado, eh, que no se diga que eres un inconsciente. ¿Dónde? Pues en la puerta de un colegio, por ejemplo, que eso parece que está permitido. Porque como todos sabemos, los que se drogan en el coche, luego se van andando a casa, hacen yoga y se hidratan. Pero eso sí: ni se te ocurra comerte los huevos de tus propias gallinas sin papeles y análisis de laboratorio, que te puede caer una multa de hasta 3.000 euros. Por favor, ¡respeto a la seguridad alimentaria! Que aquí puedes drogarte, pero no desayunar.
Y lo mejor lo dejamos para el final. ¡La nueva ley de bienestar animal! Que ahora si dejas a tu perro atado cinco minutos mientras entras al súper, eres Satán. ¡Criminal! ¿Cómo se te ocurre? Así que nada, el perro contigo a todos lados: al hospital, a la farmacia, a la consulta del urólogo. ¿Eres alérgico? ¡Pues te rascas, campeón! Las mascotas ahora son personas. Y como las personas, las hay limpitas y las hay… pues como el tipo que me encontré el otro día en la tiendita de mi barrio. Que entró con su perro, el animalito tuvo un apretón y decidió orinar en el carrito de una señora. ¿Reacciones? ¿Perdones? ¿Pedir disculpas? ¡Qué va! ¡Eso es fascismo emocional! Aquí nadie dice ni mu, porque no se puede traumatizar al animal ni ofender al dueño... que igual se identifica como helecho y no acepta imposiciones culturales occidentales tipo “limpieza básica”.
Pues de esos vas a ver ahora en el hospital, en el súper, en la farmacia, en el juzgado, en misa y, con suerte, en tu boda. Todo es posible en el show de lo absurdo.
Así que yo me pregunto: ¿cuándo se nos cayó el cerebro al suelo y decidimos no recogerlo? ¿En qué momento nos bajamos del tren de la lógica para subirnos a este carrusel psicodélico de lo ilógico? ¿Es que todo el mundo está hasta arriba de Soma y yo no he pillado mi dosis? ¿Dónde la dan, en el ambulatorio o en TikTok?
De verdad, a veces me dan ganas de hacerme terraplanista, reptiliana, discípula de Belén Esteban o miembro del club de fans de Paquirrín. Porque ahí, al menos, no se sufre. No se piensa. Solo se flota, como un corcho en el mar de la ignorancia feliz.
Y mientras tanto, aquí estamos: en este circo sin payasos, sin lógica, sin vergüenza... y lo peor de todo: sin escapatoria.
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