Normativa Europea: Prohíbido hoy, oblígatorio mañana

Bruselas, esa entidad mitológica donde se legisla con el rigor de una partida de bingo y el criterio de una encuesta en TikTok. Hoy te levantas con una normativa que promete salvar al planeta y mañana, con otra que la contradice, pero con más sello oficial y una tipografía más elegante.

Vamos a hacer un pequeño viaje en el tiempo, vamos a 2014. Año clave. Año en el que se decidió que las aceiteras, ese símbolo ibérico de confianza comunitaria, eran poco menos que armas de destrucción masiva. Que si no sabíamos qué aceite nos metíamos entre pecho y espalda (como si alguien estuviera ahí oliéndolo y diciendo: “¡Oh, qué fraude! ¡Esto es virgen a secas, no extra!”), que si eran feas, que si podían rellenarse con aceite del Día y tú sin enterarte. Un drama. ¿La solución? Envases inviolables, irrellenables y, por supuesto, monodosis. Porque lo importante es que el aceite esté protegido como si fuera uranio enriquecido.

Pero como en Bruselas deben tener una ruleta con diferentes temas para entretenerse y de paso legislar, vamos ahora a saltar hasta el año pasado, 2024 y zas: nuevo Reglamento, nuevas directrices, nueva contradicción. “¿Recordáis todas esas monodosis que nos obligaron a usar hace una década? Bueno… ahora las van a prohibir”. ¿Por qué? Pues porque son malas para el medioambiente, claro. ¿Y antes? Antes también, pero antes molaban.

Y ojo, que no solo cae el aceite. También el típico sobre de azúcar con mensaje, los sobres de colacao que siempre acaba por toda la mesa, el champú de hotel con el que te lavas el alma, porque para el pelo no te llega… ¡todos al paredón del reciclaje! ¿Y sabes qué es lo mejor? Que estas contradicciones tan brutales no son la primera vez que las vemos. No queridos, no. Aquí va otro ejemplo de manual:

¿Recuerdas aquel día en el que te despertaste y las pajitas de plástico eran el diablo encarnado en la tierra? Campañas, vídeos de tortugas con voz en off, hashtags, y una cruzada que acabó con ellas como si fueran la herejía del siglo XXI. ¿Resultado? Todos al cartón. Pajitas de papel, blanditas, que a los cinco minutos parecen una lengua de gato mojada. Un desastre con textura. Pero tranquilos, todo por el planeta.

PERO (y aquí viene la magia), un par de años después… la pandemia. Llegaron las mascarillas, los guantes, los tests rápidos, los geles, los protectores de plástico en todas partes, esas cebollas envasadas individualmente con su bandeja y su plástico, esas granadas envueltas, esos cubiertos envasados individualmente en tres capas de PET… De pronto, el plástico era nuestro salvador. “Plástico everywhere”, que si tocabas algo sin envoltorio te convertías en arma biológica. Y claro, uno piensa: “¿Pero en qué quedamos?” ¿El plástico era malo o solo si tenía forma de pajita?

Así que, si te da la sensación de que todo esto se decide con una ruleta, un bingo, o un mono tirando dardos a una pizarra, no estás solo. De momento, guarda esa aceitera vintage como oro en paño, no tires la pajita de plástico que te dieron en 2012, y por el amor de Bruselas, conserva los sobres de azúcar que tengas por casa. Porque si algo hemos aprendido es que todo lo prohibido hoy, será obligatorio mañana, y viceversa. ¡La moda siempre vuelve! Y la legislación europea… también, pero con menos sentido y más cursos obligatorios para que aprendas. Y oye, si  aun así, no entiendes las normas, no te preocupes. Nadie lo hace. Ni falta que hace. Esto no va de lógica, va de feeling. De vibras legislativas. Un día sienten que el aceite está en peligro y al siguiente, que el peligro eres tú si usas una cápsula de leche.

Y mientras tanto, tú, viendo las noticias en el restaurante chino, comiendo y mirando cómo la salsa agridulce y la de soja vive en la misma aceitera desde 1998. Esas sí que son sostenibles. Esas no pierden propiedades ni bajo bomba nuclear. Bruselas no las toca porque seguramente les da miedo.

En fin, que nosotros aquí abajo seguimos intentando entender las reglas del juego… Pero ellos allá arriba ya están jugando a otra cosa.
¡Larga vida a la Eurocámara!
Ese lugar mágico donde las ideas nacen, se contradicen, se prohíben y luego se reinventan… mientras tú solo querías echarle un chorrito de aceite a la ensalada.

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