¡Cuidado! Los “pisaceras” han vuelto
¡¡¡MADRE DEL AMOR HERMOSO!!!
¡Que ya ni me acordaba yo de esa especie mítica, legendaria, casi mitológica: los “pisaceras”. Ya han llegado al pueblo!
Sí, esa especie no autóctona mutada del urbanita medio que, cuando junta un
puente con un finde largo y lo adereza con el deseo irrefrenable de
"conectar con la naturaleza", aparece como por arte de magia en los
pueblos, cual plaga bíblica con bastones de trekking.
Os voy a
contar, hoy he tenido que subir al pueblo, inocente de mí, porque tengo allí un
pequeño taller donde hago mis ñapas, que es como bricolaje pero con más alma y
menos presupuesto. Total, que iba yo tan feliz, conduciendo por la carretera,
silbando y todo, y de repente giro la última curva, enfilo la recta y… lo veo.
La escena. El horror. La pesadilla. EL
APOCALIPSIS TERNUANO.
Una marea
humana, una avalancha de Goretex y mochilas con tubos de agua colgando,
avanzando lentamente por la carretera como si fueran peregrinos en el último
capítulo de una serie de Netflix.
Sí, amigos: la horda de pisaceras ha
vuelto.
Con más fuerza. Con más bastones. Con más ganas de pasear... por el asfalto.
Porque
claro, han juntado unos días libres en la oficina (esa de aire acondicionado y
microondas comunitario), y han decidido venir al campo, al monte, a la madre
naturaleza, a “oxigenarse”, a “resetear”, a “desconectar”...
Y lo han hecho pisando cemento con toda
la furia del urbanita desubicado.
Y ojo, que
esto no es gente que baja en chándal y con botellita de agua de marca blanca,
no. Aquí hablamos de los élite, los
que llevan puesto el uniforme completo de
Coronel Tapioca de fin de semana. Ternua de arriba abajo, chaqueta
técnica que aguanta ventiscas y rupturas sentimentales, pantalones con más
cremalleras que sentido común, y las botas de montaña recién salidas de la
tienda —que aún huelen a plástico y pretensión—.
Y no pueden faltar, claro está, los
palitos de trekking, ese elemento decorativo que usan para andar por una
carretera llana como si estuvieran cruzando el Himalaya.
Una vez
uniformados, se lanzan en grupo a la gran aventura: el paseo. Pero no por las
mil rutas espectaculares, verdes, mágicas y casi poéticas que tiene el pueblo,
no. Eso sería demasiado coherente.
Ellos eligen la carretera. ¡LA
CARRETERA!
Y no una carretera cualquiera, no, no… esa recta infernal, sin una triste
sombra, donde en julio y agosto puedes freír un huevo en el capó del coche.
Pues allí, a pleno sol, van los pisaceras en dos columnas, una por cada carril.
Como si fueran a invadir Normandía, pero en versión slow motion y con GPS.
Fijate a lo
que llegó la cosa, que viendo que el número de “Ternuanos” campando a sus
anchas como si eso fuera el camino de Santiago con patrocinio iba creciendo y
creciendo sin parar, que alguien con dos dedos de frente (seguramente uno del
pueblo que aún conserva neuronas funcionales) dijo:
—"O les hacemos un caminito o vamos a empezar a atropellar gente como en el
GTA."
Y ahí
estaban hoy, claro, como zombies en “The Walking Dead”, arrastrando sus palitos
y llenando el camino hasta parecer la M-30 en hora punta.
Y así fue como nació el camino de cemento paralelo a la carretera, el paseo de la fama del pisaceras, donde hoy, sin faltar uno, estaban desfilando como si fuera la Fashion Week del montañismo pijo. Yo ya ni alucino, es que me da la risa floja.
Y claro, tú
los ves, todos con cara de "estoy
viviendo una experiencia espiritual", caminando como si hubieran
descubierto América, pero por un camino que lo mismo podría estar en Alcorcón.
Te dejas 800 euros en ropa y gadgets,
te subes tres horas en coche hasta el paraíso natural, y luego caminas por cemento.
Bravo. Genios. Cracks. Iluminados.
Pero eso sí,
después de esa intensa caminata por la recta gris, van al bar del pueblo a
echarse unos potes, unas cañitas y a decir cosas como:
—"Uff, qué paz se respira aquí, ¿eh? Qué desconexión."
¡¿Desconexión de qué, alma de cántaro?! ¡Si no has salido de la carretera! ¡Si has visto más coches que ciervos!
Yo lo flipo. De verdad, me explota la cabeza. Si vas a caminar por lo llano, por lo asfaltado, a ver montañas de lejos y beber cerveza en un bar… pues chico, hazlo en tu barrio. Te pones los vaqueros de los domingos, las zapatillas viejas, te das una vuelta al parque, saludas a los del banco de siempre y luego te tomas un vermú en el bar de Patxi. Y te ahorras gasolina, tiempo, y… ridículo.
Pero no.
Ellos necesitan la experiencia.
El “viaje interior”. La foto para
Instagram con frase motivadora: “En
la naturaleza es donde realmente me encuentro.”
—A ver, Maitetxu, sí que te habrás encontrado sí, pero te encontraste en el
arcén.
Mira, hay
cosas que jamás entenderé. La humanidad está en decadencia. Pero eso sí, equipadísima.
¡Nos vamos a la mierda, pero con Goretex y bastones de aluminio aeronáutico,
como Dios manda!
Comentarios
Publicar un comentario