San Valentín: De mártir del amor a mártir del consumismo

Había una vez, en la maravillosa y nada violenta Roma del siglo III, un emperador llamado Claudio II "el Gótico" (porque en esa época no existían los filtros de Instagram, pero sí los apodos dramáticos). Este genio de la estrategia militar llegó a la conclusión de que el amor era un estorbo para la guerra, porque al parecer los soldados eran más efectivos cuando no estaban pensando en escribirle cartitas a sus novias. ¿Solución? Prohibir que los jóvenes se casaran.

Pero aquí entra en escena nuestro rebelde con causa: Valentín, un sacerdote que, en lugar de preocuparse por cosas más urgentes, como la peste o las ejecuciones diarias, decidió que el amor merecía ganar esta batalla. Así que, desafiando la brillante ley imperial, empezó a casar a los pobres enamorados en secreto, convirtiéndose en el primer "wedding planner" clandestino de la historia. Además, en sus ratos libres, convirtió a unos cuantos al cristianismo y asistió a presos condenados a una muerte espantosa. Un tipo multitasking, sin duda.

Obviamente, esto no le hizo mucha gracia a Claudio II, que tenía cosas más importantes que hacer, como invadir territorios o elegir la mejor toga del día. Así que, cuando descubrieron el negocio ilegal de bodas de Valentín, lo arrestaron y lo metieron en una mazmorra oscura y húmeda (el equivalente romano de un linchamiento en X).

Pero la historia necesitaba un giro dramático, así que aquí aparece el guardia de la prisión, quien, en un momento de aburrimiento, le lanzó un reto: si realmente era tan especial, que le devolviera la vista a su hija ciega, Julia. Y, como en toda buena historia con milagros de por medio, ¡zas! Valentín lo logró. Julia vio la luz, literalmente. Y su familia, impactada por el milagro, se convirtió al cristianismo en un abrir y cerrar de ojos (nunca mejor dicho).

Sin embargo, ni la fe ni los prodigios impresionaron a Claudio, quien tenía la empatía de una piedra. Así que, sin más rodeos, ordenó que lapidaran y decapitaran a Valentín el 14 de febrero del año 269, porque matar gente era como el pasatiempo nacional de la época. Pero antes de morir, el sacerdote decidió elevar el nivel de drama y escribió una carta de despedida a Julia, su enamorada, firmándola con las ahora icónicas palabras: "De tu Valentín".

Julia, devastada pero con un gran sentido de la jardinería, plantó un almendro junto a su tumba, el cual floreció con hermosas flores rosadas. Y así, amigos, nació el símbolo del amor eterno… porque nada dice "para siempre" como un árbol que nadie relaciona con el romance.

Pasaron los siglos, la Iglesia decidió canonizarlo (porque, al final, la rebeldía vende bien) y, en el año 494, el papa Gelasio I tuvo la brillante idea de instaurar el 14 de febrero como el día oficial de San Valentín. La cosa iba bien hasta que, en 1969, el Vaticano hizo un poco de limpieza en su agenda y lo eliminó del calendario porque su historia tenía demasiados tintes paganos. Pero, para entonces, el capitalismo ya había puesto el ojo en la gallina de los huevos de oro.

Ahí entra en escena un periodista español, César González-Ruano, quien en 1948 dijo: "¿Y si traemos esta bonita tradición anglosajona y le ponemos una etiqueta de precio?". No tardó en sumarse a la fiesta Pepín Fernández, el dueño de Galerías Preciados, quien con una astucia digna de los grandes magnates del consumismo, vio en San Valentín la excusa perfecta para vender perfumes, joyas y cualquier cosa envuelta en papel rojo con corazoncitos.

Desde entonces, el amor se mide en función de cuánto gastas. Si no le compras a tu pareja una cena carísima, un peluche del tamaño de un rinoceronte y un ramo de flores que cuesta más que la luz en invierno, es que no la quieres de verdad. Mientras tanto, el pobre Valentín, desde el más allá, probablemente se pregunta cómo pasó de ser un mártir a convertirse en la imagen de una campaña publicitaria de chocolates.

Así que cada 14 de febrero, mientras compras desesperado un regalo de última hora, recuerda que todo comenzó con un emperador, un sacerdote cabezón y una historia de amor que terminó en decapitación. ¡Feliz San Valentín a todos los enamorados! Sobre todo al mío!! MUAC

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