Cuando el trabajo depende de Dios y del sol
Ay, pero qué bonito es vivir en España, el país donde las matemáticas no son una ciencia exacta, sino un arte interpretativo. Aquí, los números no se calculan, se sienten. Y si no te gusta lo que dicen, tranqui, que los políticos tienen una solución infalible: reinterpretarlos hasta que parezcan otra cosa.
Porque sí, amigos y amigas, es fascinante ver cómo cada mes los datos del paro se convierten en una obra maestra de la prestidigitación numérica. Da igual que en la calle veas más carteles de "SE ALQUILA LOCAL" que de "SE NECESITA PERSONAL", o que tu primo lleve seis meses "trabajando" en una formación subvencionada que solo sirve para engordar las estadísticas. Lo importante es el titular: "El empleo se mantiene estable", "Suben las afiliaciones a la Seguridad Social", "El paro baja un 0,0003%, lo que demuestra que la economía va como un cohete".
Pero claro, ayer, mientras yo removía mi sofrito con la tranquilidad de una ciudadana que ya está curada de espanto, la ministra apareció en la radio para dar los datos del paro. Ahí estaba ella, con su habitual sonrisa de “aquí no pasa nada”, anunciando los datos del paro. Pero, ¡oh, sorpresa!, resulta que no eran tan buenos como se esperaba. ¿Motivo? No, no es porque la economía vaya mal, ni porque las empresas estén cerrando, ni porque la industria esté en coma inducido. ¡No, hombre, no! Es que este mes pasado no coincidió con Semana Santa y, además, había llovido un montón.
¡Claro! Ahora todo encaja. Y yo, ilusa de mí, pensando que el empleo dependía de la inversión, de la productividad o de la estabilidad económica. No, hombre, no, qué tontería. Resulta que en este país el paro depende de la agenda del Vaticano y del parte meteorológico. Esto plantea cuestiones interesantísimas. Por ejemplo, ¿qué hacemos si el mes que viene no mejora el empleo? ¿Rezamos para que las próximas procesiones sean trimestrales en vez de anuales? ¿Prohibimos la lluvia por decreto? Porque, visto lo visto, es urgente garantizar que haga sol todo el año, no vaya a ser que se nos disparen las cifras del paro.
Sí, amigos, ahora resulta que el paro en España depende de si cae un chaparrón. Esto plantea muchas preguntas: ¿Tenemos una industria sin techo? ¿Las fábricas se inundan con cada tormenta y dejan de producir? ¿O será que que este país ya no tiene industria, ni tejido empresarial, ni sector productivo? ¿Será que la única “industria” que nos queda es la del turismo y la hostelería y si el camarero no puede poner la terraza, pues ese mes no cuenta? ¡Qué maravilla de modelo económico! España D’or, ciudad de camareros, donde el empleo es estacional, los contratos duran lo que dura una tapa de bravas y el crecimiento se mide en cantidad de terrazas abiertas. Aquí no creamos tecnología, ni fabricamos coches, ni desarrollamos grandes infraestructuras. Aquí ponemos cañas y servimos arroces.
Pero ojo,
que nadie se equivoque: en este país parados,
lo que se dice parados, no hay tantos. Al menos en los informes
oficiales, claro. Si la cifra no cuadra, se hace lo de siempre:
Se contabiliza como “empleados” a los fijos discontinuos, aunque en ese
momento estén en su casa sin trabajar.
Se cuentan como “ocupados” a los que están en cursos de formación, aunque el curso sea de “motivación personal
para el emprendimiento imaginario”.
Se da de alta a becarios, prácticas no
remuneradas y trabajos eventuales de tres días como si fueran empleo
estable.
Y así, mes tras mes, con ajustes contables dignos de un trilero de feria, logramos lo imposible: el paro baja aunque haya más gente sin trabajo. ¡Maravilloso! Magia potagia, el paro baja y la economía florece!
Así que nada, a esperar el próximo informe del Gobierno donde seguiremos dependiendo de los camareros, de los festivales de verano y de que haga buen tiempo para que los turistas llenen las terrazas. Y, por supuesto, el mes que viene nos contarán que el paro ha bajado porque han contratado a cuatro socorristas en la Costa del Sol, o porque han decidido que, si un parado ha mandado un currículum en el último mes, ya cuenta como “activo en el mercado laboral”.
Eso sí, si en agosto hay tormenta, nos dirán que la culpa es del cambio climático.
En fin, sigamos disfrutando de este país donde los números no mienten… simplemente los políticos los maquillan hasta que parecen otra cosa. Y donde el futuro del empleo depende de si llueve, de si hay procesiones y de cuántos turistas piden paella con chorizo. Porque lo importante no es que haya más o menos parados. Lo importante es que parezca que vamos bien.
Así que todos calladitos y contentos, confiando en los números mágicos del Gobierno. Porque si hay algo que han demostrado nuestros políticos es que, aunque el país se hunda, ellos siempre encuentran la forma de hacernos creer que seguimos flotando. Hasta que nos llegue el agua al cuello.
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