8 de marzo: el día en que las mujeres recuerdan que los derechos no cayeron del cielo (y que aún hay quien los cuestiona)
Desde hace más de un siglo, el 8 de marzo conmemora la lucha de las mujeres por derechos tan básicos como votar, trabajar sin pedir permiso o simplemente ser tratadas como personas. ¿Y por qué este día? Pues porque la historia del feminismo es un drama con giros inesperados, villanos retrógrados y heroínas que no se rindieron.
La revolución comienza con hilo y aguja:
En 1857, en plena Revolución Industrial, las trabajadoras textiles de Nueva York salieron a la calle para protestar por sus condiciones laborales. Sí, todos los trabajadores lo pasaban fatal, pero a ellas, además, les pagaban menos de la mitad que a sus compañeros hombres. Porque, claro, ¿para qué iba a necesitar una mujer dinero? ¡Si su verdadera vocación era planchar camisas y criar hijos gratis!. La policía, con su delicadeza habitual, disolvió la manifestación a golpes, pero la semilla estaba plantada.
Ahora vamos a dar un saltito a 1907, donde se dieron las primeras conferencias feministas: cuando decir "las mujeres también son personas" era super revolucionario. Clara Zetkin organizó en Alemania la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas. Allí, un grupo de valientes dijo algo increíblemente subversivo: "Eh, ¿y si pudiéramos votar?". No pasó mucho, pero al menos la idea quedó en el aire. Al año siguiente, más trabajadoras de Nueva York dijeron: "¿Recordáis lo de 1857? Pues seguimos igual". Hicieron huelga, y en 1909, las Mujeres Socialistas organizaron el primer Día Internacional de la Mujer, con una marcha de 15.000 mujeres por Nueva York.
En 1910, en Dinamarca, el feminismo decidió ponerse serio y fijar un día en torno al 8 de marzo para reivindicar los derechos de todas las mujeres. En 1911, la idea ya se celebraba en varios países europeos. Pasaron unos cuantos años más y por fin, en 1975, con solo unas cuantas décadas de retraso, la ONU dijo: "Ah, sí, esto del feminismo es importante. Lo reconocemos oficialmente".
Pero ahora centrémonos en lo que nos toca más de cerca. España.
A finales del siglo XIX, el feminismo aquí empezó con la educación. Suena lógico: si las mujeres no podían ni leer, era complicado que pelearan por sus derechos. En 1870, se creó la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, pero la mayoría seguía sin escolarizar. En 1887, más de la mitad de los hombres podían leer, frente al 25% de las mujeres. No importaba, porque lo que de verdad debían aprender era a coser, obedecer y rezar.
Más tarde, en 1892, Ángeles López de Ayala creó la primera organización feminista y, en 1910, organizó la primera manifestación por los derechos de las mujeres. Y tras mil obstáculos, las mujeres pudieron entrar en la universidad. Eso sí, pocas llegaron, porque la educación secundaria femenina era prácticamente inexistente.
Y tachaaaan, 1933 el voto femenino: una lucha de titanes y de prejuicios absurdos. Situaros, Segunda República, donde, las mujeres podían ser diputadas, pero no votar, ¿Cómo te quedas? Porque claro, ¿y si votaban mal? Victoria Kent y Clara Campoamor debatieron sobre esto: una quería retrasar el voto femenino (porque las mujeres eran muy influenciables, decían), y la otra defendió que las mujeres ya eran lo bastante adultas como para decidir solas. Así que por fin, más de 6,5 millones de mujeres votaron por primera vez. Por cierto, ganó la derecha, y la izquierda le echó la culpa a las mujeres. Porque sí, claro, los hombres nunca votan mal. También se aprobaron leyes contra los despidos por matrimonio y maternidad, y se permitió a las mujeres acceder a ciertos trabajos sin permiso de un hombre. ¡Toda una locura! Y alucina en 1936, el aborto libre durante las 12 primeras semanas de embarazo. Flipas ¿verdad?
Pero de repente, aparece en escena un hombre bajito, lleno de complejos y una voz cuestionable, a pulsar "reiniciar" en los derechos de las mujeres y de la vida en general.
En 1939, se acabó la fiesta. Las mujeres volvieron a depender del marido para todo, todo. El divorcio, el aborto y cualquier atisbo de independencia femenina fueron borrados de un plumazo. ¿Querías trabajar? Pide permiso. ¿Querías viajar? Solo con autorización. ¿Querías estudiar? Mejor aprende a bordar y déjate de tonterías. ¿Quieres abrirte una cuenta en el banco? ¿Cómo? ¿Qué quieres tener tu propio dinero? Durante años, la única opción de una mujer era ser esposa, madre y ejemplo de pureza. Y si se salía del guion, la podían encarcelar, castigar o, en el mejor de los casos, humillar públicamente.
Y así aguantaron la pobres hasta mediados de los años 70, cuando España se dio cuenta de que las mujeres también existían. Con la democracia, en 1975, el permiso marital fue eliminado, en 1978 se despenalizaron los anticonceptivos y, en 1981, el divorcio volvió a ser legal. El aborto se permitió en 1985, aunque con restricciones. Y en 1987, por fin se entendió que si una mujer denunciaba una violación, no tenía que demostrar que había luchado "como una heroína" para ser creída. Increíble, pero real.
Un año más tarde, las mujeres pudieron entrar en el Ejército, porque hasta entonces solo los hombres sabían disparar (aunque las guerras estuvieran llenas de enfermeras, espías y heroínas en la sombra).
Y con la entrada en el siglo XXI, llegaron avances:
- 2004: Ley contra la Violencia de Género.
- 2005: Matrimonio igualitario.
- 2006: Ley de Dependencia.
- 2007: Ley de Igualdad.
Ahora, España tiene uno de los parlamentos más paritarios de Europa, los permisos de paternidad se han igualado a los de maternidad, y el feminismo ha logrado cambiar mentalidades.
¿Hemos acabado? No.
Porque aquí estamos, después de toda esta lucha, con mujeres que lo dieron todo para que hoy podamos estudiar, trabajar, votar, divorciarnos y decidir sobre nuestros propios cuerpos. Para que ahora llegue un nuevo grupo de "femininstagramers” con discursos que hacen que hasta el más machista de los machistas se frote las manos y diga: "Bueno, bueno, si es que al final tienen razón, están todas locas. ¿Ves? No hay que dejarlas salir de la cocina".
Sí, porque resulta que ahora hay una corriente que ha decidido que la igualdad ya no es suficiente. Que no basta con tener los mismos derechos que los hombres, sino que hay que aplastarlos. Que ahora ser feminista no es luchar por justicia, sino hacer de la guerra de sexos un entretenimiento. ¿Que los hombres han oprimido históricamente a las mujeres? Sí. ¿Que algunos siguen haciéndolo? También. ¿Que la solución es convertirnos en la versión femenina del machismo? No, amigas, eso no es feminismo, eso es la misma basura pero con otro color.
El feminismo siempre ha sido una lucha por la igualdad real, por un mundo donde ni hombres ni mujeres tengan que encajar en roles predefinidos, donde todos tengamos las mismas oportunidades y derechos sin importar nuestro género. Pero parece que hay quien ha olvidado esto y ha convertido la lucha en una caza de brujos, donde si no odias a los hombres, entonces es que "no eres lo bastante feminista y pasas a ser facha".
Y aquí está el problema: este feminismo de redes sociales, superficial y desinformado que solo consigue dividir. Y dividir, como bien saben los que siempre han estado en contra de nuestros derechos, es la mejor estrategia para desarmarnos. "Divide y vencerás", ya lo decía Julio César, si esto es más viejo que el hilo negro. Y vaya si les está funcionando.
Porque ahora el feminismo no es visto como lo que es: un movimiento que ha logrado avances históricos para toda la sociedad. No. Ahora somos "feminazis", "locas", "exageradas". Ahora hay gente que cree que el feminismo busca venganza, no justicia. Que queremos dominar, no igualarnos. Y eso no es feminismo, eso es un disparate. ¿Y cómo llamamos a este nuevo movimiento que ha decidido que la igualdad ya no les sirve y que la lucha debe basarse en una guerra de sexos? ¿Hembrismo? ¿Falso feminismo? ¿O simplemente un grave caso de olvido histórico y mucho postureo de redes sociales?
El feminismo de verdad no busca superioridad, busca justicia. No busca venganza, busca equidad. No busca destruir, busca construir.
Por lo tanto, cuando veas a alguien que dice ser feminista pero actúa como si el objetivo fuera humillar y no igualar, recuérdale que gracias a las feministas de verdad hoy puede abrir su bocaza y opinar. Y que si sigue por ese camino, lo único que conseguirá será que todo lo logrado se derrumbe. Porque si el enemigo real consigue dividirnos, lo siguiente será quitarnos también lo conseguido. Y ya sabemos cómo termina esa historia.
Por eso, el 8 de marzo no es una fiesta. No es para que te feliciten con un "Feliz Día de la Mujer" y un super post, super cuqui y super reivindicativo en instagram. Es un día de lucha, de memoria y de seguir avanzando.
Así que la próxima vez que alguien pregunte "¿por qué necesitamos el feminismo?", siéntate, respira hondo y decide si quieres darle una clase de historia o simplemente regalarle un buen libro feminista. O un par de datos que le hagan reflexionar.
Chicas, sigamos adelante, porque cada derecho conquistado fue primero un sueño imposible. ¡Juntas, somos imparables! No lo olvidéis nunca.
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