Generación digital: sin efectivo, sin privacidad y sin problemas

Últimamente vengo observando que la gente joven paga absolutamente todo con el teléfono, cuando digo todo, incluyo la friolera de cantidades como un euro y medio. Todo con el móvil, no llevan efectivo para nada, según ellos eso es de boomers.

¡Adelante,  pues seguid pagando con el móvil! Seguid deslizando el dedo como si vuestra vida dependiera de ello. ¿Dinero en efectivo? ¡Venga! ¿Qué es eso?  Dice, ¿Un mito antiguo? ¿Algo que solo se ve en los documentales de la 2? No os preocupéis, que la humanidad ha sobrevivido siglos sin necesidad de tocar un billete, ¿verdad? ¡Ah, no, espera!

Resulta que, antes de que apareciera vuestro sagrado smartphone, la gente tenía un misterioso objeto llamado dinero en efectivo. Sí, sí, lo que usan los yayos para pagar, esos billetes arrugados que parecen haber sobrevivido a tres guerras y un apocalipsis zombie. Pero claro, vosotros no, vosotros, modernísimos y ultraeficientes, vais con el teléfono pegado a la mano como si fuera una extensión de vuestro propio cuerpo y, en cualquier momento, con un chip en la frente. No lleváis efectivo porque "eso ya no se lleva". Claro, claro. Como los pantalones de campana, el dinero en metálico ha pasado de moda.

Pero no os preocupéis, no pasa nada por pagar hasta un café con el móvil, total, no es como si estuvierais regalando vuestros datos a empresas, gobiernos, hackers o cualquier iluminado con acceso a un ordenador. ¡Qué va! ¿Para qué preocuparnos? Seguro que el día en que os bloqueen la cuenta por comprar algo "inapropiado" será solo una anécdota graciosa para contar en TikTok.

A quién le importa que alguien pueda saber dónde habéis estado, qué habéis comido, a qué hora os habéis comprado esos calcetines tan monos de unicornios, cuántas veces habéis pecado comprando dulces en la tienda de la esquina.¡Total, qué más da! Ya que habéis entregado vuestra alma en redes sociales, pues venga, regalad también vuestra economía, que aquí estamos todos para el show.

Y lo mejor de todo es que os da igual. "¿A quién le importa lo que yo haga?", "No soy tan importante.", "Bah, si me controlan, me da igual."

¡Ay, almas cándidas y despreocupadas! Os han acostumbrado tanto a que os roben la identidad con las redes sociales, que ya os parece lo más normal del mundo que sepan hasta cuántos pasos dais al día y por dónde.

Pero bueno, seguid así, que vais por el buen camino. Un camino pavimentado con vigilancia, control absoluto y una falta de privacidad que haría que hasta Orwell se quedara corto. Porque, claro, ¿a quién le importa que haya un registro de absolutamente TODO lo que hacéis? Todo perfectamente anotado en bases de datos que saben más de vosotros que vuestras propias madres. ¡Qué maravilla!

Y lo mejor de todo es que estáis felices con ello. No os importa que en el futuro os puedan limitar el gasto mensual, que os digan en qué podéis o no gastar, o que os obliguen a consumir como buenos soldaditos de la economía digital. ¡Si es que sois más dóciles que un corderito camino del asador!

Pero eh, no pasa nada, porque es súper cómodo, ¿verdad? Nada de tocar billetes llenos de gérmenes, nada de buscar monedas en el fondo del bolso. Eso sí, a cambio de un pequeño detallito: perder el control sobre vuestra propia vida. ¡Una ganga, chavales!

Así que venga, sigamos adelante con la revolución digital. Que viva el pago con el móvil, que viva la facilidad, que viva el no pensar en las consecuencias. ¡Total, qué más da! Si algún día os limitan cuánto podéis gastar, seguro que lo harán por vuestro bien. Si os dicen que vuestro dinero caduca a final de mes para "estimular la economía", pues nada, a gastar como locos.

Y cuando llegue el glorioso día en que os digan que ciertos gastos no están permitidos porque "no encajan con el sistema", seguro que lo aceptaréis con una sonrisa, sin rechistar, como buenos ciudadanos obedientes.

Vosotros seguid ahí, con la cara pegada a la pantalla, pagando con el móvil, olvidando cómo se escribe a mano, sin tener ni idea de cómo interactuar con el vecino y dejando que os vendan la idea de que el dinero físico es cosa del pasado. Pero tranquilos, que cuando queráis recuperar el control, será tan fácil como… Ah, no, espera, que ya no habrá vuelta atrás.

"¿Cómo? ¿Que ya no puedo comprar chocolate porque el algoritmo dice que he comido demasiado azúcar este mes?" Pues nada, a callar y a pagar con el móvil solo lo que os permitan. ¡No problem, seguimos progresando!

Y mientras tanto, seguid ahí, con la cabeza agachada, pegada a la pantalla, como si el mundo real ya no existiera. Que cuando queráis despertar y buscar un billete en el bolsillo, os encontraréis con que el dinero en efectivo se ha convertido en un mito, como los unicornios o la buena educación en el autobús.

En fin, yo aquí preocupándome y vosotros tan contentos con vuestros pagos sin contacto. Nada, nada, ¡seguid así! Que yo solo soy una boomer anclada al pasado. Que cuando os cobren un impuesto por respirar, por abrir el frigorífico o por pensar demasiado, seguro que también lo pagáis con el móvil y con una gran sonrisa.

Así que nada, ovejitas digitales, ¡seguid avanzando!  Que el matadero os espera con los brazos abiertos.

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