Navidades: Regalos, Estrés y ¿por qué no? Bizums
¡Alabado sea el cielo! ¡Por fin se acabaron las Navidades! Ese increíble período del año en el que todos fingimos ser mejores personas, más amables, más tolerantes… o al menos eso intentamos. Ese paréntesis del calendario en el que todos decidimos, por un breve lapso de tiempo, fingir que nos caemos bien. Ese momento único en el que, por obra y gracia de los villancicos y los calendarios de Adviento, nos volvemos hermanos del alma, y nos decimos cosas como "¡Qué bien te veo! ¡Qué guapa estas!" sin que se nos caiga la cara de vergüenza. Y es que, vamos a ser sinceros, ¿quién no ha soñado con que las Navidades fueran como en las películas? Todos abrazándose, todos diciendo lo mucho que se quieren, todos comiendo turrón sin engordar… Pero claro, la realidad es otra: es más de "ah, ¿ya llegaste? ¡Qué sorpresa! ¡Qué alegría! ¿Te traigo una copa de vino o te lanzo el abrigo directamente a la cara?". Todos sabemos que lo único que queremos es que el 7 de enero llegue lo antes posible para poder dejar de fingir tanto.
Ayer llegamos al gran clímax de todo este drama emocional, el glorioso Día de Reyes, ese mágico momento en el que nos damos cuenta de lo que realmente importa: los regalos. En teoría, los regalos deberían ser el reflejo de lo que sientes por la otra persona, de esa conexión tan profunda que existe entre vosotros. Pero en la práctica, no son más que una excusa para no quedar como el Grinch de la familia. Nos vemos obligados a ser generosos con esos regalos tan cuidadosamente elegidos, con tanto afecto, dedicación y pensamiento profundo, ¿verdad?
Aquí llega el regalo famoso regalo de última hora: ese que compras con la mirada perdida en el pasillo de una tienda indefinida porque ya no sabes ni en cual estas, a las 6 de la tarde del 5 de enero, sin saber si el regalito que acabas de elegir es un insulto o un acto de generosidad, con la conciencia a medio camino entre el arrepentimiento y el pavor, que lo único que te preocupa es que sea lo suficientemente "aceptable" para no quedar mal "Esto es lo que mejor puedo hacer en este punto. ¡Venga, lo que sea! A ver si me da tiempo de ponerle un lazo bonito, y así parece que lo hice con amor... ¡que no se note que lo compré entre nervios y desesperación!". Y luego ese desdén absoluto al momento de entregar el presente. "¡Qué emoción verte, aquí tienes este regalo que compré porque no me quedaba otra!". Y de vuelta, esa mirada de: "Mira, ¿sabes qué? Mejor no me regales nada o hazme un Bizum".
Y claro, luego están los que sí se esmeran en regalar, esos ángeles de la Navidad. Estos realmente se esfuerzan por encontrar algo que realmente le guste al otro. Se pasan días enteros buscando, comprando, comparando, preguntándose "¿Esto le hará ilusión?", "¿Es lo que de verdad quería?", "¿Estoy siendo lo suficientemente original?"… Y lo encuentran, ¡vaya que lo encuentran! El regalo "ideal", ese que seguro hará que el destinatario se emocione, se derrita de felicidad. El detalle que tendrá una gran repercusión emocional en su vida.Y al día siguiente, ¡tachán!, lo ves en Wallapop con un descuento del 50% y el mensaje de "Nunca usado". Qué bonito es el espíritu navideño, ¿verdad?. Y tú te preguntas: ¿Realmente pasé semanas buscando algo para que lo terminaras vendiendo por 5 euros? ¡Así de profundo es el espíritu navideño!
Lo que está claro es que a la mayoría en el fondo les gustaría decir, de forma muy práctica y realista, "Mira, ¿sabes qué? No me regales nada, y si tu conciencia te obliga, pues hazme un Bizum y así todos contentos". El Bizum: el regalo del siglo XXI. "Ahí tienes, te doy dinero, tú compras lo que quieras, yo no me complico y todo el mundo sale ganando". Es el consenso definitivo de que, en el fondo, nadie quiere regalar nada que implique tener que pensar demasiado. Al final, el espíritu navideño es eso: que nuestra alma se sienta en paz. ¿Quién quiere complicarse la vida con estas cuestiones de pensar en los demás cuando puedes hacer un clic y listo?
Ah, el consumismo, esa joya que nos deja reflexionando sobre nuestras decisiones de vida, la ruina social que vamos acumulando, esa obligación de mostrar afecto a base de objetos, pero, bueno, lo hicimos por amor. Porque claro, no puedes quedar mal, ¿verdad?. "Es Navidad", ¡hay que gastar! eso es lo que hacemos los seres humanos: nos vaciamos la cartera por cosas que no vamos a recordar al mes siguiente, y todo por el amor a la tradición. Porque, ¿qué sería de nosotros sin este capitalismo disfrazado de alegría?. Al final todo eso nos lleva a pensar, mientras tomamos un café el 7 de enero, que bendito sea el día a día normal, Esa rutina en la que lo único que importa es sobrevivir a la semana sin perder la cabeza. ¡Qué bien se está sin tener que hacer un esfuerzo por ser súper feliz todo el rato!
Queridos, disfrutad de la normalidad. Y si de repente te acuerdas de que no me regalaste nada, no te preocupes, hazme un Bizum y todos contentos.
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