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  Cuando la aventura tenía sucias las rodillas y no cabía en una pantalla Bueno… aun a riesgo de que alguno piense: “¡Ay, ya está la cansa de siempre con lo mismo!”, vengo a cumplir con mi deber moral, mi vocación, mi misión en la vida: quejarme. Porque, amigos, este verano se me ha caído el alma a los pies… y eso que tengo los tobillos bastante resistentes. A ver… los de mi quinta y un poco menos, que levante la mano todo aquel que recuerde con lágrimas en los ojos esos veranos en el pueblo. Sí, esos veranos míticos que empezaban a finales de mayo, porque tú ya en mayo estabas contando los días como si esperases la final de la Champions… pero de la vida real. Veías que se acercaba junio y ya te daba taquicardia. Salivabas como perro de dibujos animados pensando: “¡Ay, que no queda nada para ir al pueblo!”. El pueblo, o ese sitio al que ibas en verano… ese lugar mágico donde los amigos de verano eran casi más importantes que los de invierno, donde no había horarios, donde ...
  ¿Hijos? ¡Claro, con lo que me sobra cada mes! Pero bueno, vamos a ver, que últimamente parece que si no hablas de la pirámide poblacional invertedísima no estás en la onda. Que si ya no nacen niños, que si no queda un españolito de pura cepa ni para abrir el desfile del 12 de octubre, que si los jóvenes son unos egoístas, unos vagos, que prefieren tener perro. ¡Un perro! ¿Te lo puedes creer? ¡Un ser que no habla, no te hace dibujos feos y encima no te cuesta una matrícula universitaria! ¡Qué escándalo! Y claro, como somos un país de grandes ideas, de esos que inventaron la fregona y el chupa-chups, pues se nos ocurre una genialidad: aumentar la baja por maternidad . Que ojo, no es que sea una idea mala, eh… es simplemente una idea de hace 20 años. ¡Ah, y ya que no igualamos a Europa del norte en sueldos, pues igualemos en bajas! Total, que más da, si igualar el salario es cosa de ciencia ficción... como los coches voladores o los alquileres por debajo de 700 euros. Pero ...
  Super CEOs, Reels y la humandiad en picado Pues nada, os voy a contar una cosita súper trascendental que me pasó el otro día. Quedé con mis amigas, sí, amigas, esas criaturas tan necesarias con las que a veces se puede hablar del sentido de la vida y otras de si, oye el otro día me encontré a la Juani y mira que mayor esta. Y en medio de una conversación de esas que son más banales que una tostada sin sal, va y salta un comentario glorioso. Está hablando de los amigos de otra persona, y suelta algo así como: “ay, es que tus amigos son un poco... cómo decirlo sin parecer borde... ¿lelillos?” Y claro, como si eso no fuera ya una patada elegante al respeto ajeno, va la otra persona, en modo abogado defensor de causas perdidas y responde: “¡Oye! Que uno es jefe de nosequé departamento súper importante y el otro tiene un puestazo en una empresa internacional que no te lo puedes ni imaginar...” Y ahí es cuando a mí me entró una epifanía... O más bien un cortocircuito cerebral, p...